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dijous, 26 d’abril del 2012
El caso Galileo
21:33 |
Publicat per
Albert |
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Puede decirse que el proceso a Galileo Galilei es un hecho de los más
significativos de la historia de la humanidad porque se ha visto trascendido
hasta tal punto que se ha convertido en el caso Galileo y que éste se ve envuelto
del mito Galileo. Como todo mito está vivo debido principalmente a que a pesar
de las contradicciones y flaquezas humanas de Galileo, nos apercibimos que no
se trató del enfrentamiento entre un hombre y la Iglesia Católica por una
cuestión astronómica; sino porque en vida ya fue mito y el mito sigue vivo, de
ahí que el famoso Eppur si muove se ha demostrado falso y, a la vez, el hecho de que
en la segunda mitad del siglo XX todavía aparecen nuevos datos del caso
Galileo. Una de las contribuciones del mito en pleno siglo XX fue la pieza
teatral de Bertolt Brecht “La vida de Galileo”. En el presente texto se intenta
demostrar que Galileo fue víctima de su propia grandeza que lo convirtió en un
mito y en un ser antisocial.
La vida y la obra de Galileo se enmarca dentro del Renacimiento y de la
“revolución científica”. Su obra destaca de una manera singular como matemático
y tiene en su haber descubrimientos astronómicos y físicos gracias precisamente
a su dominio de las matemáticas, si bien destacó en filosofía, fue hábil
cortesano, experto polemista con un gran intuición, muy católico y antisocial,
pero por encima de todo un apasionado y tozudo científico. El caso Galileo tiene
como punto de partida la paradigmática obra de Nicolás Copérnico que dio lugar al
heliocentrismo, es decir que la Tierra y los demás planetas giran alrededor del
Sol trazando una trayectoria circular; el problema que tenía Galilleo era que
su demostración se basaba en las mareas, cuya demostración fue considerada
debil o insuficiente.[1]
En cualquier caso sí descubrió (1) las irregularidades de la Luna, (2) los
cuatro satélites de Júpiter, (3) el enorme número de estrellas que componen la
Vía Láctea, (4) las fases de Venus, y (5) la existencia de las manchas del Sol.
No está de más señalar que ninguno de estos cinco descubrimientos astronómicos
no le causó conflictó alguno con el Santo Oficio de la Inquisición. Estos
descubrimientos fueron reconocidos, le hicieron famoso y le ayudaron a
conseguir el puesto vitalicio de matemático del Gran Duque de la católica
Toscana y en un viaje triunfal a Roma en 1611 cardenales, prelados, científicos
y todo tipo de personas observaron con el telescopio sus descubrimientos. Fue
recibido por el Papa.
Galileo quiso utilizar su reputación como astrónomo y su popularidad para lanzar
a la Iglesia el reto del heliocentrismo, que, por otra parte, no estaba en
condiciones de demostrar. Cabe deducir que a pesar de esta limitación técnica,
Galileo tenía una intuición suficientemente firme para hacer del asunto una
cuestión principal, podría decirse personal. Si su defensa del copernicanismo
le valió la denuncia del dominico Niccolò Lorini ante el Santo Oficio en Roma
en 1615 cabe señalar que se efectuó en secreto; no era una denuncia formal, el
asunto se centraba en el heliocentrismo. Como quiera que Galileo fue informado
de lo que pasaba desarrolló una gran actividad que tuvo, sin embargo, un efecto
boomerang y las cosas se fueron complicando en Roma. Debió ser con una mezcla
de temor su indiscutido catolicismo que poco después escribió a la muy católica
Gran Duquesa Cristina de Lorena, de quien Galileo dependía económicamente y por
ser persona principal. En esta carta escribe: “El motivo, pues, que ellos aducen para condenar
la teoría del movimiento de la Tierra, y la inmovilidad del Sol, es que,
leyéndose las Sagradas Escrituras en muchos pasajes que el Sol se mueve y que
la tierra está quieta, no pudiendo jamás la Escritura mentir o equivocarse”[2].
Al año siguiente se produjeron dos hechos de gran calado. Por una parte,
siguiendo instrucciones del Papa, el cardenal Roberto Belarmino comunicó a
Galileo que no debía sostener, ni defender el copernicanismo y éste prometió
obediencia. Cabe añadir que Galileo no estaba en condiciones de demostrar la
veracidad científica del copernicanismo, puesto que no había el respaldo o
consenso de toda la comunidad científica del momento y como aviso a navegantes
el libro de Copérnico fue incluido en el ïndice de libros prohibidos en 1616.
Queda fuera de duda que mientras seguía el proceso a Galileo en secreto, la
Iglesia se armaba en los dos niveles: el diplomático y el legal, pues hay que
entender que el Índice forma parte del cuerpo legislativo de la Iglesia
Católica.
Llegados en este punto, si no supiéramos el final de esta historia, el que
escribe este texto o el que lo lee podría llegar a pensar que se ha llegado al
fin del caso y Galileo abandona el asunto del heliocentrismo para dedicarse a
otros menesteres científicos. Esta decisión no encajaba con este apasionado y
tozudo italiano que se le había antojado que el asunto era de vital necesidad
para el avance de la ciencia y del progreso de la Humanidad. Hay que ver a Galileo
como muchos artistas que han puesto el arte por delante de cualquier
consideración familiar o social o, aunque con evidente exageración, podríamos
compararlo con personajes de la ficción, Víctor Frankenstein y Henry
Jekyll, que son un
reflejo de la obstinación a la que puede llegar el científico que se enajena de
la realidad que le rodea y comportarse, cuando le conviene, como un ser
antisocial.
Al objeto de confirmar la comparación baste tomar en cuenta el asunto de
telescopio, un asunto inocente en apariencia. Sabemos que el telescopio llegó a
manos de Galileo procedente de Holanda. Aquí aparece el doble Galileo, por un
lado hemos de apuntar como saldo humano a su favor que mejoró el telescopio e
hizo copias que difundió, por lo que lo popularizó. Tenemos al científico que
da máximo rendimiento a un instrumento nuevo y además lo promociona, que es la mejor
forma de propagar en la sociedad el conocimiento científico; sin embargo,
también hay saldo negativo. Se declara como inventor del telescopio, que
significa una falta absoluta de respeto hacia quien realmente lo hizo. A todas
luces es una conducta antisocial aunque siempre podrá tener la etiqueta que lo
hizo para el bien común.
Sólo este factor psicológico, este espíritu combativo en la defensa de un
concepto de ciencia, un concepto que era nuevo, pues la ciencia estaba
surgiendo de mentes como la de Galileo, sólo este factor, insistimos, explica:
“Más adelante, cuando Galileo fue a Roma en 1630 para obtener el permiso para
publicar el Diálogo, el Papa lo supo, pero no parece que le diera mayor
importancia. Pensaba, según todos los indicios, que Galileo trataba el
copernicanismo como pura hipótesis matemática y teniendo en cuenta las
implicaciones de su argumento sobre la omnipotencia divina”[3];
sin embargo, quien tenía la responsabilidad de dar el permiso para la
publicación del Diálogo daba largas al asunto y le pedía retoques.
Lógicamente Galileo se daba cuenta que no llegaba el permiso, por lo que
intentó presionar a través de su mecenas, Cosimo II, Gran Duque de Toscana. Consiguió
publicar el libro. Esta aparente victoria de Galileo se tornó contra él porque
el Papa no sólo se sintió engañado cuando conoció los detalles, además se
sintió burlado al ser informado que Galileo había puesto el argumento del Papa
en boca de Simplicio, precisamente el personaje que pierde en la obra.
Ni que decir tiene que la consecuencia inmediata fue proceso. Una vez más nos
apercibimos del talante antisocial de Galileo.
Naturalmente este aspecto negativo de su figura va siempre acompañado de
una cara positiva que es lo que va reforzando el mito Galileo. En estas fechas Galileo
gozaba de un inmenso prestigio merced a sus descubrimientos astronómicos y
también como experto en matemáticas. Galileo, con unas pocas personas más, se
sabía que era casi una excepción, es decir, que él era el co-protagonista del
nacimiento de una nueva ciencia.
Efectivamente en 1638 publicó su obra científica más importante: Discorsi
e Dimostrazioni Matematiche, intorno a due nuove scienze attenenti alla
meccanica & i movimenti locali.
No obstante hay otra faceta de Galileo que es significativo señalar y que muestra
esta cualidad que se ha escrito al principio: hábil cortesano. En 1610 se
publicaron sus primeros descubrimientos astronómicos en Sidereus Nuncius, que contenía al
principio una carta de dedicatoria a Cosimo II, Gran Duque de Toscana, en la
que le lisonjeaba para justificar que los cuatro satélites de Júpiter, recién
descubiertos por él, los bautizó Medicea Sidera, al objeto de conseguir
un puesto remunerado en la corte de la familia Medici[4],
que fuera suficiente estable que le permitiera entregarse por completo a la
investigación, puesto que no podía esperar lo mismo de la República de Venecia,
que era donde trabajaba, sino de un príncipe absoluto. Se cumplieron sus planes
y abandonó su puesto en la Universidad de Padua.
No cabe duda que la vida de Galileo no fue fácil y esto explica este
comportamiento que calificamos de antisocial, aunque quizá sería más preciso
decir antisistema, puesto que aunque era firmemente católico el haber
solucionado las necesidades materiales de la vida mediante al patronazgo del
duque, se sentía absolutamente libre para publicitar sus hallazgos científicos,
algo que era esencial para él.
La Iglesia no sólo era el Papa, si bien en historia sólo es demostrable lo
que ha pasado, los indicios son que la amistad de Galileo con el Papa y el
cardenal Belarmino no sólo era sincera, sino que abierta a la ciencia como lo
prueba que en la corte vaticana había dos miembros de la Academia de los
Linces; sin embargo, estos estaban
secuestrados por una pléyade de miembros de la Iglesia reacia a las
innovaciones con la excusa de las Sagradas Escrituras, así leemos en la carta
ya citada a la Duquesa de Lorena “Y lo primero, han intentado ellos mismos
propagar la idea en todo el mundo, que tales proposiciones son contrarias a las
Sagradas Escrituras, y, en consecuencia, condenables y heréticas”[5].
Como apuntado más arriba como consecuencia del Diálogo (1632) se
inicia el proceso a Galileo cuyo punto de partida es que el cardenal Belarmino,
por mandato del Papa, comunicó a Galileo que el copernicanismo era contrario a
la Escritura y “Estaba claro, así lo decían los informes de los expertos, que
en el Diálogo Galileo defendía el copernicanismo”[6].
Gracias a la mediación de su mecenas la condena no fue especialmente dura.
En junio de 1933 escuchó la condena, que no sería a la hoguera como su
predecesor (Giordano Bruno en 1600), ni torturado, ni fue a prisión alguna. La
condena fue lo que hoy se denomina como arresto domicilliario. A todas luces, a
tenor de los tiempos, fue una condena muy benigna, pero suficientemente
significativa para fundar el mito Galileo. Y como prueba de que en la figura de
Galileo convergen varios factores veamos lo que dice Mario Biagioli: “I will
argue that Galileo’s career was propelled and then undone by the same patronage
dynamics. I will try to show that the dynamics that led to Galileo’s troubles
were typical of a princely court: they resembled what was known as “the fall of
the favourite”[7]. A efectos del presente
ensayo de esta cita lo relevante es que nos dice que Galileo fue una pieza de
la dinámica del patronazgo y, por lo tanto, sujeto a los conflictos de la vida
cortesana y que su fin debe adscribirse a “la caida del favorito”. Es
incuestionable que la caida de los favoritos se debió en muchos casos por su
arrogancia o abuso de poder. A la vista de los hechos se puede comprender que
Galileo colmó el vaso de la paciencia en más de una ocasión, por lo que el
príncipe se limitó a dejar caer al favorito que le ocasionaba desencuentros con
la corte vaticana. Las cuestiones científica que dieron lugar al caso Galileo
no son lo esencial para juzgar su comportamiento; la mirada debe focalizarse en
que Galileo se burló de la máxima autoridad, que comportó el dañó colateral que
hizo a su patrono.
Se supone que las cuestiones de la ciencia y de la política están por
encima de la paciencia o del hecho de haber calificado a Galileo como ser
antisocial, pues hoy sería un delincuente menor por el tema de la propiedad
intelectual; no podemos trasladar a la actualidad en que consistiría hoy su
talante insumiso. En ojos de hoy la condena fue excesiva y, precisamente,
porque estaba naciendo la “nueva ciencia” quizá también lo fue en ojos de ayer,
que es lo que explica el “mito Galileo”.
Si los Pentagon Papers necesitaron sólo unas pocas décadas para
llegar a la luz pública, los procedimientos del Santo Oficio necesitaron que
Napoleón invadiese Italia y se los hiciera transportar a París. Después
intervino la diplomacia y la característica lentitud vaticana para que quedasen
editados en 1909. En 2001 tuvo lugar en La Orotava (Tenerife) un congreso sobre
Galileo cuyas actas tienen 985 páginas, dato que ilustra la pervivencia del
mito Galileo.
El interés de Napoleón sobre los papeles del Vaticano sobre Galileo refleja
que tener a Europa en la ignorancia de lo que pasó y como pasó no fue útil para
aclarar las cosas y convirtió el proceso en mito. Esta ignorancia ha sido más
permeable en la sociedad que el resultado de los estudios iniciados en 1909 que
dieron luz definitiva a la verdad. Todavia dieron materia para debate cuando en
el año 2001 los estudios llenaron 985 páginas de letra impresa. Sin olvidar el
varapalo para la educación de hoy que el 97% de los estudiantes de ciencias
europeos creen que Galileo fue torturado[8]. Esta
ignorancia sobre la realidad suele darse en los mitos, que en vida suelen tener
enemigos, cuyo número aumenta si el mito o el sabio va pertrechado de un
talante antisocial.
[1] ARTIGAS, Mariano y SHEA, William R.: El caso Galileo, Mito y realidad. Madrid,
Ediciones Encuentro, 2009, p. 32-33
[3] ARTIGAS, Mariano y SHEA, William R.: El caso Galileo, Mito y realidad. Madrid,
Ediciones Encuentro, 2009, p. 188
[4] “The Medici did
not own the Stars the way they could own an invention, and yet the sallites of
Jupiter needed to “belong” to the Medici
for Galileo to be rewarded. This tension could be read in the dedication:
Galileo simultaneously presente the Stars as natural entities (remote beyond
the possibility of ownership) and as monuments he was dedicating to the Medici
––the most permanent monuments anyone could give them” en BIAGIOLI, Mario: Galileo’s
Instruments of Credit, Telescopes, Images, Secrecy. The University of Chicago Press. Chicago and
London. 2007, p. 118
[6] ARTIGAS, Mariano y SHEA, William R.: El caso Galileo, Mito y realidad. Madrid,
Ediciones Encuentro, 2009, p. 205
[8] En http://www.mscperu.org/biblioteca/1leyendasnegras/galileo1.htm podemos leer: “Según una encuesta del Consejo de Europa realizada entre los estudiantes de
ciencias de todos los países de la Comunidad, casi el 30 % de ellos
tiene el convencimiento de que Galileo Galilei fue quemado vivo en la hoguera
por la Iglesia. Casi todos (el 97 %), de cualquier forma, están convencidos de
que fue sometido a torturas.
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