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dimarts, 23 de desembre del 2008

Ressenya crítica


El libro que nos ocupa es la recopilación de unas conferencias que el autor dio en Madrid el año 1929. Dichas conferencias eran un curso de filosofía, cuya primera lección tuvo lugar en la Universidad de Madrid, pero que a partir de la segunda se dieron en la Sala Rex. El motivo del cambio de lugar fue político. Así empezó la Dictadura del General Primo de Rivera para este importante filósofo..

En este curso Ortega y Gasset explicó qué es la filosofía mediante un recorrido histórico y un abanico de factores que forman parte del discuro filosófico.

En las líneas que siguen se exponen los aspectos interesantes y que configuran el talante del libro con la intención no tanto de un resumen, sino de una selección que evidentemente es subjetiva.

Los dos primeros capítulos o lecciones tienen cierto parecido y se complementan. En ambas el autor realiza una presentación del curso o exposición de motivos. Desde el inicio Ortega y Gasset demuestra que no solamente fue un gran filósofo, sino un excelente literato, veamos:

Nos iremos aproximando en giros concéntricos, de radio cada vez más corto e intenso, deslizándonos por la espiral desde una mera exterioridad con aspecto abstracto, indiferente y frío hacia un centro de terrible intimidad, patético en sí mismo, aunque no en nuestro modo de tratarlo.[1]

Así como la elegancia que muestra cuando nos dice que “la claridad es la cortesía del filósofo” [2], si bien podemos considerarlo un aviso a navegantes de que el discurso se presenta abstruso.

El punto de partida es una especie de lamento de lo que fue la filosofía en los últimos sesenta años del siglo XIX para luego precisar que recientemente en todos los paises ha aumentado el interés por la filosofía y la ideología con evidente voluptuosidad, lo cual indica un ambiente receptivo en lo que atañe a las cuestiones del conocimiento y es que “Para lo que nos gusta, tenemos genio”. [3]

Aunque en principio llama la atención cuando nos dice que “las verdades no duran ni mucho ni poco, no poseen atributo alguno temporal, no se bañan en la ribera del tiempo”[4], por lo que la verdad de hoy pudo no haberlo sido ayer como tampoco lo será mañana y es que el hombre, en el curso de tiempo va modificando su visión o su conocimiento del Universo.

Sin embargo, un aspecto interesante es que expone los cambios de las verdades que son fruto de la ciencia, pero a este factor cabe añadir el factor generacional. Ortega y Gasset dice que hace años que predica a los historiadores que “el concepto de generación es el más importante en historia”[5] y hay que tener muy presente que “en todo prersente coexisten tres generaciones: los jóvenes, los hombres maduros, los viejos” [6].

Este razonamiento es coherente si tenemos en cuenta su aforismo más popular: “yo soy yo y mi circunstancia”, la fecha de nacimiento es una ineludible circunstancia de la que somos portadores hasta el fin del trayecto vital.

Sin movernos de esta segunda lección vemos que el autor va entrando en materia al poner en contacto la filosofía con la física y las matemáticas.

En este sentido se refiere al criterio de la “doble certeza –el puro razonamiento por el que creemos llegar a ciertas conclusiones y la simple percepción que confirma esas condiciones de pura teoría”, lo cual aprovecha para señalar lo que podríamos decir que es un punto flaco de estas ciencias y que “no era ya exacta, sino sólo aproximada”[7].

De todas formas no hay más remedio que admitir el hecho que las ciencias han dado el confort a occidente. Si bien llama la atención cuando escribe que “la edad burguesa se honra ante todo por el triunfo del industrialismo y, en general, de las técnicas útiles a la vida”[8], pero un escritor que afina tanto en semàntica debiera haber tenido en cuenta que el honor es cosa de la nobleza y que el triunfo no fue de la industrialización, sino de la burguesía que la financió porque vio la utilidad social de las técnicas.

Termina la segunda lección planteando la “anatomía de esa perenne dualidad que desdobla a la vida en vida contemplativa y vida activa, en acción y contemplación”[9].

Estamos ya en la tercera lección y se lamenta que “la filosofía quedó aplastada, humillada por el imperialismo de la física y empavorecida por el terrorismo intelectual de los laboratorios”[10] y se defiende diciemdo: “la filosofía no es una ciencia, porque es mucho más”.[11] y lo justifica en palabras de los propios científicos, pues los físicos reconocen que su ciencia es una conocimiento inferior basado parcialmente en lo real

Recién en la tercera lección, por otro lado, Ortega clarifica las causas del renacimiento de la filosofía. La primera dice relación con la crisis de principios de la ciencia, lo cual ha llevado a reconocer a los propios físicos que su ciencia es una forma inferior de conocimiento, un tipo de conocimiento simbólico, pero parcialmente real, pues a veces recurre a los experimentos “Y el experimento es una manipulación nuestra mediante la cual intervenimos en la naturaleza, obligándola a responder”[12]. Es decir, no es algo natural, sino un artificio, por esto la filosofía és más, no recurre a artificio alguno.

No obstante, vemos a la filosofía que parece estar en permanente litigio con la física, como también con la matemàtica, por esto también nos ha recordado que cada ciencia se hace independiente de las demás, es decir, no acepta su jurisdicción [13], precisamente por ello llama la atención que hable de reflexología, fisiología, psicología y matemáticas.[14] .

A medida que avanzamos en la lectura van entrando nuevos temas y entran las grandes preguntas, como el plantearse el origen del hombre, del Universo o sobre un único hacedor; sin embargo, la filosofía debería tener un discurso propio, claramente diferenciado del discurso teológico. Dicho de otra manera, la teología comete el mismo pecado que Ortega y Gasset atribuye a la Física, es decir el teólogo hace la ley teológica, como el físico la física, pues la teología no busca, sino justifica. La tarea de la filosofía es buscar y esto debe hacerse con independencia de la teología y prescindiendo de si los teólogos se rebelan o no.

Aunque Ortega se refiera a la “intratable independencia [15]de los demás científicos, debemos anotar “Lo primero que ocurriría decir fuera definir la filosofía como conocimiento del Universo”[16], pero evidentemente se apresura a aclarar que de forma distinta que el físico, pues el Universo para el filósofo es un objeto integral, auténtico todo, que será permanentemente buscado, por esto dice que: “El filósofo, pues, a diferencia de todo otro científico, se embarca para lo desconocido como tal.[17]

La diferencia esencial que establece Ortega entre la filosofía y las demás ciencias es que en la filosofía se estudia el Universo con todo lo que hay en él de forma absoluta, como ya dicho, integral, mientras que las demás ciencias convierten el Universo en un conjunto de ítems.

Ortega nos recuerda a Aristóteles y coincide con él en las limitaciones del hombre para conseguir el conocimiento absoluto del Universo, por lo que Ortega nos regala con esta frase lapidaria: “El hombre se compone de lo que tiene y de lo que le falta”[18].

Un aspecto interesante del Capítulo IV es cuando establece las tres posibilidades que se dan en el estudio de la filosofía [19], de las que me parece muy significativa la tercera donde nos dice: “Sea lo que hay Universo o Multiverso, al partir en nuestra empresa intelectual, ignoramos radicalmente si será cognoscible, es decir, si nuestro problema será soluble o no”. Esto es, que así como las demás ciencias no se pueden apropiar de un fenómeno que no tengan resuelto, la filosofía, por el mero hecho de plantear el problema, ya podemos decir que filosofamos.

Por esto termina este capítulo de forma un tanto divertida, pues dice “La empresa, pues, parece loca. ¿Por qué intentarla? ¿No fuera más prudente excusarla –dedicarse no más a vivir y prescindir de la filosofía--?”[20]. Evidente se trata de un alegato para insistir en que a pesar de la dificultad de la filosofía, este seguir buscando, sea en el Universo o en el Multiverso, la filosofía seguirà.

No cabe duda que en este libro Ortega y Gasset se hace preguntas y pregunta, por lo que encuentro que da ánimos cuando uno lee: “La verdadera necesidad es la que el ser siente ser lo que es el ave volar, el pez bogar y el intelecto de filosofar”[21], lo que es una manera simple y clara de apelar al espiritu explorador del hombre.

Este capítulo no sólo es filosofía, sino otra de estas piezas literarias con las que Ortega premia a sus lectores, pues para demostrar que la filosofía responde a una necesidad intelectual del hombre plantea que ante algo que tenemos delante de nuestros ojos siempre hay otra parte que no vemos y a tal efecto nos pone el ejemplo del salón en el que tiene lugar la conferencia [22], que de una manera muy sucinta sólo señalo aquí que al otro lado de la puerta hay una realidad que no la vemos, pero la percibimos como también parte del salón. Este hecho lo podemos extrapolar al Universo, pues aunque no veamos el todo, siempre tendremos una percepción de lo que es, pero cabe señalar que esta percepción es filosofar, que dicho en palabras de Ortega: “El mundo que hallamos es, pero, a la vez, no se basta a sí mismo, no sustenta su propio ser, grita lo que le falta, proclama su no-ser y nos obliga a filosofar.[23]

Es de mencionar cuando Ortega proclama “Es, pues, la filosofía ley intelectual de sí mis, es autonómica” en la que no valen las suposiciones[24]. A partir de aquí el autor precisa la necesidad de evacuar las creencias y en este sentido apela a la entrega hacia la duda metódica que ejerció Descartes, con los resultados conocidos para el pensamiento filosófico. También es interesante, casi espectacular que Ortega escriba: “aquellas poquísimas verdades primeras de que ni aun teoréticamente cabe dudar”.

Como es notorio la posición intelectual de defensa de la autonomía propia conlleva lo que solemos llamar cerrazón o “repliegue cauteloso” Ortega propugna no lo que llama “pantonimia”, pues “No basta con no errar: es preciso acertar”[25], por esto la autonomía es inoperante y la “pantonimia” es eficaz, dentro de los límites de la filosofía.

Resulta curioso que Ortega escriba “A despecho del aspecto megalómano que primeramente ofrece la filosofía al pretender abarcar el Universo”, pero a esto se defiende que para él el Universo no es “cada una de las cosas que hay, sino sólo lo universal de cada cosa” [26].

Aunque es comprensible que un filósofo defienda al teólogo frente al místico, por considerar a este último casi como un farsante callado, lo que sí es interesante como termina el capítulo: “si física es todo lo que se puede medir, filosofía es el conjunto de lo que se puede decir sobre el Universo”[27].

En la lección VI nos dice que la filosofía viene a ser “un sistema de conceptos sobre el Universo. Nada menos, pero también nada más” [28] y que hay que ir hacia ella “como un juego en el que se invita a usted a que cumpla las reglas”[29]

Una observación substancial es cuando escribe “Presencia y sensualidad son, dos ideas que no tienen nada que ve entre sí”, pero que de alguna manera están relacionadas, como lo demuestra con la figura histórica de Descartes [30], pues es obvio que sabemos de los objetos que hay a nuestro entorno gracias a los sentidos, pero el polígono de mil lados, sin haber existido nunca, podemos tenerlo presente, de aquí critica el sensualismo de la filosofía inglesa.

Ortega a veces da la sensación que aspire a negar lo que es obvio y aunque se entiende que diga que le “parece grotesco que se invite con cara seria a las gentes para que se interesen en la filosofía” sabe muy bien que es precisamente lo que ocurre y por esto en el libro la palabra “abstruso” aparece dos veces, pero de todas formas hay que agradecerle que luego diga que esta seriedad se debe a la virtud de poner los conceptos en serie, en orden [31]. Poniendo orden en las cosas Ortega como utilizando la técnica de Descartes de poner en duda lo que tenía más próximo, Ortega lo utiliza para poner en duda lo que tiene más próximo dentro de lo que es el Universo para terminar la lección VII con la radical soledad frente al Universo, es decir, universaliza la duda cartesiana.

En la siguiente lección Ortega efectúa una profundísima inmersión en todo lo concerniente al “yo” y a la subjetividad con circunvalaciones alrededor de la conciencia, el sujeto, la intimidad y especialment la subjetividad. Si la conciencia es un encuentro reciente con nuestro yo, la intimidad es lo que guardamos con más cuidado, mientras que el sujeto actúa de acuerdo con los sentidos [32], pero que no siempre es consciente, por esto quien trabaja en una fàbrica de chocolate no percibe el olor, pero todos los visitantes a la fàbrica la indican lo delicioso que huele el lugar.
En esta especie de comparación entre el hombre y el animal es interesante la obseración de que “El puro animal es el puro hombre de acción”[33] y debemos suponer, pues Ortega no lo dice, que en esta selva que ha devenido la sociedad el hombre triunfador por excelencia es un hombre de acción.

Cuando Ortega y Gasset resulta menos filósofo es cuando en sus observaciones entra la religión, más exactamente el cristianismo. De este modo escribe: “El moderno es anticristiano, cree que la modernidad nace frente y contra la idea religiosa” , lo cual no es un punto de vista muy objetivo, pues en Occidente y, especialmente en su país, el cristianismo no funciona como una religión, sino como una identidad más, de la misma forma que uno se declara blanco, europeo, poeta, administrativo, turista, etc. El cristianismo es en la realidad social de la mayor parte un conjunto de creencias y no una forma de vida, unas creencias, por otra parte, flexibles cuando conviene.

Así que cuando escribe “El descubrimiento de la subjetividad tiene dos hondas raices históricas: una negativa y otra positiva. La negativa es el escepticismo; la positiva es el cristianismo”[34]. Sin embargo hay que notar que lo que impera, dicho de otro modo, no es la religión cristiana, ni la filosofía cristiana, sino la ideología cristiana que practica una negatividad ante cualquier paso que signifique progreso social, por esta razón es difícil de asimilar cuando dice que “el escepticismo enseña al hombre a no creer en la realidad del exterior”, lo cual significa en términos orteguianos que los escépticos no están capacitados para el amor, pues una lineas más arriba leemos una de las frases más bellas y estimulantes del libro: “Buscar es anticipar una realidad aún inexistente, predisponer su aparición, su presentación” [35].

Evidentemente todos somos “Yo y mi circunstancia” y la circunstancia de Ortega y Gasset es excesivamente cristiana, de aquí su referencia a la salvación [36], pero olvida que se puede ser religioso sin tener el pecado original, lo cual no quita que sea interesante cuando se refiere a “¡La soledad como sustancia!”, pues se supone que con la muerte el alma se queda sola.

En cualquier caso, como en filosofía todos, o casi todos, somos aficionados, el lector que husmea por vez primera en un libro de filosofía agradece que Ortega y Gasset diga que la pedantería ha desprestigiado la palabra “aficionado” y lo mismo dice sobre la palabra “dilettante” que significa amante, pues este amor a la búsqueda es lo que da fuerza y permite que aunque sea desde el peldaño más bajo, como hacía Descarte, sea positivo acercarse a la filosofía con un talante deportivo [37].

Tiene su interés desde un punto de vista vitalista cuando nos dice [38] que las cosas no existen por ellas mismas, sino que su existencia se debe a que nosotros las pensamos, las tenemos en cuenta, por lo tanto existen gracias a que nosotros vivimos, es decir, nuestra subjetividad crea la objetividad, lo cual sin quitar la hegemonía de Dios el hombre, por el hecho de vivir y pensar, es quien crea el Universo, tanto su exterioridad como su interioridad.

Precisamente por esto es reconfortante leer [39] que “La vida no es un misterio, sino todo lo contrario: es lo patente”, lo cual nos permite estar en el mundo, pues estar solo seria también vivir, pero lo que nos hacer ser vivos no es lo que proyectamos, sino, al contrario, como nosotros percibimos que somos parte de un todo.

[1] José Ortega y Gasset: ¿Qué es la filosofía?, Madrid, Austral: 1995, p. 37
[2] Ibid. p. 39
[3] Ibid. p. 36
[4] Ibid. p. 40
[5] Ibid. p. 30
[6] Ibid. p. 51
[7] Ibid. p. 56
[8] Ibid. p. 59
[9] Ibid. p. 60
[10] Ibid. p. 63
[11] Ibid. p. 64
[12] Ibid. p. 68
[13] Ibid.p.. 71
[14] Ibid. p. 74
[15] Ibid. p. 72
[16] Ibid. p. 73
[17] Ibid. p. 74
[18] Ibid. p. 81
[19] Ibid. pp. 88-89
[20] Ibid. p. 99
[21] Ibid. p. 102
[22] Ibid. p. 104
[23] Ibid. p. 105
[24] Ibid. p. 108
[25] Ibid. p. 109
[26] Ibid. p. 111
[27] Ibid. p. 118
[28] Ibid. p. 119
[29] Ibid. p. 120
[30] Ibid. p. 128
[31] Ibid. p. 144
[32] Ibid. p. 158
[33] Ibid. p. 162
[34] Ibid. p. 166
[35] Ibid. p. 168
[36] Ibid. p. 169
[37] Ibid. p. 173
[38] Ibid. p. 199
[39] Ibid. p. 219

2 comentaris:

Amelia ha dit...

"No basta dar pasos que un día puedan conducir hasta la meta, sino que cada paso ha de ser una meta, sin dejar de ser un paso"
Johann P. Eckermann

Enhorabuena por todo lo que has conseguido...

Mucha Salud, Fuerza y Energía para los días que vendrán y para que siempre sigas hacia delante...

Sí,Puedes...procura estar tranquilo...confía en ti y tu trabajo...

Lo Conseguirás

Albert ha dit...

La frase d'Eckermann està molt bé. Potser la va fer com una premonició per mi.
Gràcies

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